sábado, 25 de febrero de 2012

Exámenes

Odiosos, temidos, pero a la vez con ganas de que lleguen para dejarlos atrás... Son peor que cualquier novio. Te absorben por completo privándote de todo aquello que adoras. Tu vida social se anula por completo, y la poca que se te permite, consiste en mantener conversaciones de besugos debido a que tu desgastado cerebro no puede ni articular una frase coherente. 
En ellos es en lo que han consistido estas últimas semanas de mi vida. Una vez que terminas, que sales de tu último examen, llega ese estado de euforia y en el que yo al menos, me encuentro más nerviosa que antes de cualquier examen a causa del gran fiestón que se acerca esa misma noche. Lunes, Martes, Miércoles... da igual el día que sea, esa noche es de fiesta. Por lo que se deja paso a la incertidumbre de saber cómo, cuando y dónde terminarás esa noche. 
Pasados unos días vuelves de nuevo a la realidad, de nuevo a las clases y entonces, una pequeña frase asalta tu cabeza diciendo: ¡De qué narices me quejaba yo en exámenes!


No hay comentarios:

Publicar un comentario